Impresoras 3D, aulas virtuales, un brazo biónico y espacios interactivos son algunos de los desarrollos que elabora el Grupo de Investigación de Inteligencia Artificial de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. El programa se conformó hace tres años. La revolución tecnológica llegó para quedarse, con inventos que prometen cambiar la dinámica de la vida y la forma de aprender y crear. El avance de la telefonía celular con equipos inteligentes cada vez más sofisticados; la creación de objetos con impresoras en tres dimensiones y la consolidación de la realidad virtual, generan grandes expectativas ya que han modificado el presente gracias al aporte de especialistas que piensan en la tecnología como parte del desarrollo social.
Cristian Estévez es un ejemplo de la mejora en la calidad de vida que se puede lograr con la tecnología. Este hombre de Bahía Blanca, esposo y padre de familia, hace casi un año que comenzó a ser parte de un proyecto elaborado en Comodoro Rivadavia que le permitirá mejorar su calidad de vida, luego de un accidente con una picadora de carne en la que perdió los cinco dedos de su mano derecha.
De este modo, en unos meses recibirá una mano biónica: una prótesis mecánica cubierta de látex, con motores y sensores que permitirá que sus dedos artificiales tengan sensibilidad al tacto, para percibir el calor, la humedad y el frío.
La prótesis fue desarrollada por el Grupo de Investigación de Inteligencia Artificial (GIIA) de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSBJ) que dirige Martín Bilbao, con el asesoramiento técnico del profesor Gustavo Tenuto, quien continúa con el proyecto mientras se espera la renovación de su contrato para este año en la casa de altos estudios.
Para su desarrollo el equipo de investigadores dependiente del Departamento de Informática de la Facultad de Ingeniería combinó diferentes disciplinas, desde electrónica y programación, hasta medicina y arte de efectos especiales que permitieron recrear la piel y hasta simular las huellas dactilares de Estévez.
Como es de imaginar, fue un trabajo complejo tomando los moldes de su mano izquierda y trabajando en espejo para simular con mayor exactitud la prótesis. Si todo sale como está previsto, en poco tiempo Cristian recuperará la movilidad de su mano gracias también a que sus tendones quedaron intactos y permitieron realizar la conexión entre sus estímulos y la plaqueta electrónica.
OTRA FORMA DE AYUDAR
El proyecto de la mano biónica comenzó en junio del año pasado luego de que Estévez se comunicó con Tenuto para consultarle la posibilidad de acceder a un dispositivo de ese tipo.
Su costo de unos 3.000 dólares es casi insignificante para lo que representa, no sólo por su utilidad sino también desde la perspectiva económica ya que está lejos de los 100.000 dólares que costaría un desarrollo de este tipo creado por empresas privadas.
Trabajar en proyectos de este tipo es una inyección de motivación para este grupo de investigadores, quienes consideran que el desarrollo tecnológico tiene que tener un impacto social, ayudando a gente que realmente lo necesita.
Sin embargo este no es el único proyecto del GIIA que recibe apoyo de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB) y de la Secretaría de Políticas Universitarias. El equipo se encuentra elaborando como mínimo tres aplicaciones de realidad virtual que se utilizarán para la educación a distancia y un prototipo de impresora 3D gigante que permitiría construir casas a bajo costo.
La historia del grupo, que hoy cuenta con 17 integrantes, comenzó en 2012 luego de que Martín Bilbao (34), su director, regresó de España donde realizó un posgrado en Inteligencia Artificial.
El licenciado en informática, graduado de la UNPSJB, decidió conformar un grupo integrado por docentes y alumnos para desarrollar proyectos que permitan mejorar la vida de las personas.
Así comenzaron a trabajar de a poco, sumando a estudiantes como Martín Giménez (23), que se encuentra en cuarto año de la Licenciatura en Informática, y Agustín Dos Santos (20), quien cursa segundo año de Ingeniería Electrónica.
En sus casos los jóvenes encabezan algunos de los proyectos más ambiciosos. Uno de ellos es una aplicación que recrea una habitación virtual e inteligente para la enseñanza de idiomas. La misma permite que cada persona pueda ingresar libremente al espacio y estudiar de una forma diferente, interactuando con distintos objetos.
Este proyecto comenzó a realizarse hace un año y se encuentra en etapa de desarrollo con el acompañamiento de Macarena Solange Quiroga y Natalia Carrizo.
"Se utiliza un smartphone en un casco virtual y lo que ve uno es otra realidad," contó Bilbao a un equipo de El Patagónico. "Por ejemplo se puede ir caminando por esta habitación y tocar la computadora y que te diga 'computer'; o tocar una imagen que vaya armando frases", agregó.
El objetivo es que a fin de año haya un prototipo de prueba para que cada persona pueda utilizarlo luego de descargarlo en su teléfono.
Mientras tanto, se continúa trabajando en un aula de similares características como la habitación para personas que conviven con alguna discapacidad, con la cual se tratará de entender procesos cognitivos cuando existan limitaciones. O un aula virtual, la cual permitirá cambiar el concepto de educación a distancia, incorporando al estudiante desde cualquier parte del mundo en un mismo espacio, con la posibilidad de interactuar e intercambiar conceptos, tanto con sus compañeros como con profesores.
UNA FORMA DE MULTIPLICAR
Estas aplicaciones se desarrollan utilizando teléfonos celulares y Arduino, un hardware libre de una compañía que fabrica placas de circuito impreso con un microcontrolador que permite desarrollar todo este tipo de programas. De esa forma, se pueden descargar sin costo alguno.
Párrafo aparte dentro de la investigación tienen las impresoras 3D, ya que de alguna forma constituyen el puntapié de toda esta movida, y a la vez son el mejor ejemplo de lo que se puede hacer con desarrollo y reciclaje.
Para poder tener magnitud de esto basta con pensar que cerca de las veinte impresoras que hasta el momento fabricaron los investigadores del GIIA, las construyeron con materiales reciclados, extraídos de otras impresoras en desuso a las que le sacaron motores y varillas paso a paso, entre otros repuestos.
"Hay un montón de cosas que se tiran y que son basura para el que desconoce lo que hay ahí", explicó Bilbao al referirse a este tipo de reciclaje. "Pero vos tirás una impresora y tenés un valor incalculable, con fuentes de alimentación y electrónica. Quizás vos agarrás la impresora y no anda, pero por separado sí, y al reciclar eso te ahorrás un monto muy importante de la impresora que hoy rondará en los $20.000", sentenció.
Con estas mismas impresoras los investigadores han impreso distintos objetos, desde suvenires para cumpleaños, cadenas para el pasado de cables de un pantógrafo GNC hasta repuestos para la construcción de otras impresoras 3D.
También en otros casos las han usado para construir repuestos de sus propios vehículos. Este es el caso de Martín, quien reparó una óptica de la camioneta de su padre y así evitó comprar el repuesto completo, o el de Agustín que reparó su propia moto.
Para la fabricación de cada uno de estos objetos se utiliza plástico de distinto tipo, como ABS y PLA, un plástico biodegradable; polietileno; y otros que imitan las propiedades de la madera o los que tienen propiedades de fibra de carbono. Los mismos se funden y un inyector se encarga de realizar la pieza, utilizando un diseño elaborado en forma previa.
Por el momento, según explicó Bilbao, los plásticos suelen comprarse por kilo, ya que todavía no se desarrolló la tecnología para reciclarlo. Sin embargo, la esperanza es que esto se pueda efectuar en el corto plazo y no tener que importar estos materiales. Para esto será fundamental el trabajo de la Planta de Separación de Residuos Sólidos y los posteriores avances en materia de reciclaje que se realice con los residuos clasificados. Es que no todo se reduce a plásticos, sino que se puede extender a alimentos utilizando chocolate u otro tipo de materiales.
AMBICIOSAS INICIATIVAS
Otro de los proyectos ambiciosos de GIA es el brazo gigante, una enorme grúa que tiene una impresora 3D con la cual se pretende construir casas, desde las paredes hasta los muebles. La misma utilizaría múltiples cabezales y permitiría imprimir con madera, cemento y plástico.
"Esto se está haciendo en China, pero de otra forma, como casas prefabricadas imprimiendo los paneles", explicó Agustín Dos Santos, el director del proyecto.
"Estamos arrancando con un prototipo pequeño de un metro de alto que imprima con plástico y luego con cemento. Pero la idea es que vaya avanzando y hacerlo crecer", agregó.
La iniciativa también se encuentra en etapa de desarrollo con tres alternativas de diseños, y marca la pauta del futuro que plantea este tipo de proyectos que son furor en España, México y China, pero en este caso pensados desde la Patagonia sur para el resto del mundo.
Mientras tanto se avanza también en otras alternativas, como la universidad virtual inteligente, una iniciativa que permitirá estudiar a distancia pudiendo cursar las carreras como si se asistiera a la Ciudad Universitaria, "acortando las distancias, y generando "igualdad educativa".
La experiencia ya fue aplicada en cursos de extensión, principalmente de informática, conectando directamente con La Plata, a través del profesor Tenuto y adaptando el aula con tecnología, micrófonos y parlantes.
En forma paralela también se piensa en la posibilidad de lanzar un posgrado de Inteligencia Artificial y que de esa forma se sigan ampliando los conocimientos en una temática que promete cambiar la forma de interactuar con el mundo.
Fuente: El Patagónico