Esta imagen es una representación contundente de cómo las instituciones y figuras de autoridad pueden fallar en su deber de proteger a las niñas y mujeres del acoso y la violencia. La niña, inocente y despreocupada, camina sin saber lo que le espera, mientras el acosador la observa con intenciones siniestras.

Detrás de él, vemos figuras que representan a varias instituciones y autoridades: un policía, un clérigo, un juez y otros que deberían ser los protectores de la sociedad. Sin embargo, en la imagen, estas figuras parecen estar protegiendo al agresor o, al menos, ignorando su comportamiento. Esto simboliza la complicidad, la indiferencia o incluso la participación activa de estas instituciones en perpetuar la violencia y el acoso.

La sombra proyectada por estas figuras sobre el agresor sugiere que sus acciones están de alguna manera avaladas o permitidas por un sistema que no hace lo suficiente para proteger a las víctimas. Es un comentario crítico sobre la falta de acción y la impunidad que a menudo rodea los casos de acoso y abuso.

Esto nos recuerda la importancia de responsabilizar a las instituciones y a las figuras de autoridad para que cumplan con su deber de proteger y servir a todos los ciudadanos, especialmente a los más vulnerables. También nos llama a cuestionar y desafiar un sistema que permite que estos abusos ocurran y persistan.

Es crucial fomentar un cambio cultural y sistémico donde las víctimas de acoso y violencia sean escuchadas y apoyadas, y donde los perpetradores, sin importar su posición, enfrenten las consecuencias de sus acciones. Solo así podremos construir una sociedad más justa y segura para todos. (Ley 27455)

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